1/29/2007

 

Abrigos

El Zagloso y los abrigos de pieles

Cuando empieza el calor aparecen las camisetas de tirantes y eso llena al Zagloso de emoción. Cuando el frío aprieta de verdad aparecen los abrigos de piel y eso llena al monotrema de ganas de matar. En las montañas de Papúa ha comenzado a helar de verdad y señoronas de pelo teñido y cardado, perla en las orejas y cara de tener sueños lúbricos con Aznar inundan las calles.

Al Zagloso le parece siniestro esa costumbre. Uno de los personajes más lamentable que jamás conoció era la secretaria de la oficina de al lado. En los años cuarenta del siglo pasado hubiera sido una persona anticuada. Tenía 25 años, aparentemente sólo sabía decirle una frase a su peluquero: "más volumen". Solía llevar faldas mojigatas y chaquetas a juego, con cierta obsesión por los tonos oscuros y tacones, siempre tacones, que conseguían que llegara al metro cincuenta y cinco. Su culo era tan gordo como chillona su voz: y era muy muy chillona.

La conocíamos como Anacleta, agente secreta; cada vez que pasaba por delante de la puerta de nuestra oficina se asomaba descaradamente y no decía ni hola. A sus veinticinco años parecía aspirar a tirarse a un constructor y montar una mercería. Un invierno alguien le regaló un abrigo de pieles. Aún me dura el asombro del día que la ví ir a hacer fotocopias en el piso de abajo con él sobre los hombros.

Comments:
a mí lo de las pieles me produce tanta repulsión como los pendientes de perlas. (por citar otro hito de la chunguez :)

ea.
 
jo, que con 25 años te pongas un abrigo de pieles sobre los hombros para bajar a la copistería... Se pintará los rabos para ir a por el pan, imagino...
 
No, era la copistería, era la fotocopiador común del piso de abajo.
 
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