8/27/2007

 

Espina

El Zagloso tiene sueños raros, a veces

El monotrema notó que tenía una espina clavada en el antebrazo izquierdo. Justo entre el cúbito y el radio. Era muy delgada y apenas sobresalía un par de milímetros. Con tranquilidad se puso a sacársela. Estaba completamente convencido de que no era nada. La cogió entre las uñas del pulgar y el índice de la mano derecha y tiró suavemente.

La espina salía con facilidad, poco a poco, aunque dolía un poco al salir; un dolor agudo, soportable pero molesto. El Zagloso contemplaba que la espina era más larga de lo que había imaginado. Primero asomó un centímetro de algo blanco y fino, luego otro, otro y otro hasta completar un decímetro. Al llegar a ese punto, el dolor se hizo mayor y comenzó a ser imposible extraerla un centímetro más. El monotrema tiró con fuerza pero con cuidado. Dolía. Una especie de bulto asomaba en la epidermis. La espina acababa en un objeto irregular, duro y puntiagudo. Intentó arrancárselo, pero no salía y el dolor iba en aumento. Tiró otra vez. Otro pinchazo. Lo raro era que no saliera sangre en ese momento. Asustado, el Zagloso dejó de tirar. Apartó el brazo y cerró con fuerza el puño a causa del dolor. La espina, suavemente se introdujo de nuevo sin ningún dolor y la herida se cerró de forma inmediata. Entonces, el Zagloso despertó.

8/21/2007

 

Burgueses

El Zagloso vive en el barrio alto

El monotrema lleva ya tres semanas en su nueva isla. Como es un ser calmo y tranquilo se dedica a aclimatarse con parsimonia y conocer el entorno. Está convencido de que solo por lo cotidiano se conoce el mundo y se dedica a cosas cotidianas como hacer la compra.

El supermercado al que el Zagloso acude por las mañanas en apariencia es un supermercado normal. Abundan las señoras con el pelo teñido y cardado y opcional pendiente de perla. El otro día el monotrema estaba en la cola. Justo antes que él había una mujer de unos sesenta años y un peinado ahuecadísimo y teñidísimo. No llevaba demasiada compra, eso sí, para pagar sacó un papel raro, de color morado. "¡Ostia, si existen los de 500!". La cajera lo cogió con tranquilidad y llamó a otro empleado: "oye, cambiame esto. Señora, espere un momento, que le aparco el ticket y le busco cambio". El monotrema no salía de su asombro. Pasó y pagó lo suyo. Cuando subió a casa comprobó el ticket. Le habían cobrado a mayores lo de la mujer del billete morado.

Bajó, habló con la cajera, que muy comprensiva le devolvió lo suyo y se fue a por el pan. En la panadería descubrió a otra mujer pagando el pan: "Oye, la vuelta me la puedes dar en billetes de cien..."

Definitivamente el monotrema se codea con la alta burguesía.

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