7/05/2006

 

Atracción

El Zagloso vence su miedo a ir solo al cine

Hacía más de diez años que no iba solo a ver una película. La última había sido El Demonio vestido de azul y yo era un adolescente. El cine, junto a los bares de cañas son lugares donde se espera que uno esté acompañado. Lo de los cañódromos es más comprensible, no se trata de una sala oscura en la que hay que atender un lienzo blanco en el que se proyectan imágenes en movimiento. Hay que aceptarlo: el cine es un lugar social y durante años no me había atrevido a romper esa norma.

Ayer por la noche el Zagloso se armó de valor y decidió ir a ver La educación de las hadas en la sesión de las 10:30. El pibón de la taquilla (morena impresionante, les juro) preguntó "¿sólo una?". Quiero creer que por la extrañeza de encontrar a un atractivo monotrema resoluto y lleno de confianza llegar solitario al cine.

Entré en la sala. La sala estaba vacía. Faltaban dos minutos para empezar la película y el Zagloso estaba solo solito. Nadie por aquí y nadie por allá. En Papúa un martes por la tarde no hay mucha gente que vaya a ver películas españolas. Asombrado, elegí un sitio en medio del cine. Tenía entrada numerada pero me pareció absurdo buscar el asiento. ¡No había nadie! Cierta inquietud se apoderó de mi: ¿pondrán la película si estoy solo? ¿estoy tan enfermo como para ser el único que quiere ver La educación de las hadas?. Angustiado envié un mensaje al Hombre Invisible* que me había animado a ir.

El Zagloso respiró aliviado cuando llegaron tres mujeres en plena crisis de los cuarenta. Con buen humor comprobaron que iba a ser una proyección tranquila, bromearon con este monotrema y se sentaron justo detrás de mi. A ver, está la puta sala vacía y te pones justo detrás de mi. Tras ellas apareció una mujer de unos 55 años, comprobó cual era su asiento y se sentó en él: justo al lado del Zagloso. Coño, que hay cuatro asientos ocupados en una sala con más de 100, a qué cojones no buscas otro sitio. Lo estaba flipando un poco, pero como yo había llegado antes me afianzé en mi butaca y decidí no moverme.

A los cinco minutos aparecieron dos parejas engominadas. Pijos con brillantina y naúticos ellos, pijas teñidas con pendientes de perla ellas, los cuatro en torno a los 35. También miraron la entrada y decidieron sentarse justo delante del Zagloso. ¿La gente es estúpida o qué? Todo el puto cine vacío tienen que poner su cabeza engominada delante de mí. Es decir, en una sala vacía había gente a mi lado, detrás y delante de mí y 80 asientos cojonudos vacíos del todo. Después llegaron dos chicas de unos 25, un matrimonio prejubilado y un cuarentón solitario que se sentaron en sitios razonables. Un cine de alrededor de 100 butacas, catorce personas y un zagloso y estaba rodeado. ¿Qué oscura atracción ejerce el Zagloso?

Las mujeres en plena crisis de los cuarenta me recordaron por qué no me gusta ir al cine: comían palomitas ruidosamente y como están en crisis necesitan reafirmarse continuamente. No callaron en dos horas, produciendo comentarios sagaces como: "Un camaleón, pero si cambian de color". Los engominados se dedicaron a demostrar lo que querían a sus parejas y lo ocupados que estaban: uno salió hasta tres veces para hablar por el móvil.

¿La película? Recurriré a unas sabias palabras: está bien, pero no me mata. Está bien hecha, Cuerda demuestra que sabe rodar y que es el mejor director de niños del mundo mundial. A veces le falta química (sospecho de Ricardo Darín) y algunos problemas de ritmo, pero, pese a todo salí del cine sonriendo y me dormí contento.


*El cabrón del Anómalo no me contestó y le maldigo por ello.

Comments:
Pequeño zaglosín: era necesario que pasaras por ello sin mí. Pero la próxima vez, te levantas y te vas dónde haya menos concentración.
Por ver si te siguen...
 
Por llamarme pequeño zaglosín te redoblo la maldición. Colega, tienes la maldición del zagloso solitario, te vas a cagar.
 
Menudo poder de atracción, Zagloso! Ni con las puas consigues echarlos, ¿eh?
De todas maneras, la fauna que frecuenta los cines de Papúa no se diferencia mucho de la española que veo yo por aquí...
 
Ir sólo al cine es uno de los placeres más regodeantes de los que disfruta Mary Chirla. La gente fagocitando palomitas y otras fruslerías grasientas en el cine es una de las cosas que más sacan a Mary Chirla de sus casillas. Muerte a los palomiteros del cine.
 
Mary Chirla, el problema es que los palomiteros son un mal inevitable: es como comer chocolate y engordar; indisociables. Y eso, Perlita, aquí y en las antípodas ;-)
 
Zagloso, se me ocurre que si habías elegido un sitio centrado, en el que ver, cómodo, la película, y tuviste buen criterio, quizá los que llegaron después se encontraron el trabajo hecho. Pero comprendo perfectamente la repulsa que te dió que te rodearan: es algo primario y territorial que a mí también me pasa. Y que me roben el apoyabrazos del sillón, ya ni te cuento.
 
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