5/30/2006

 

Evasión cotidiana

El Zagloso se ha tragado enterito el debate sobre el Estado de la Nación así que necesita evasión

Mañana prometo un análisis de la chaqueta de Rajoy, que me parece clave a la hora de analizar su intervención, pero este es un post de evasión.

El Zagloso va cada día a su puesto de trabajo andando. Es un paseo de veinte minutos: me pongo el mp-3 y miro a la gente. Al cabo de los años terminas por reconocer a un grupo de personas con las que te cruzas cada día. Curiosamente sólo me pasa en el camino de vuelta; en el de ida, a primera hora de la mañana, mi monotrémica mente sigue soñando y generalmente no despierta del todo hasta dos horas después.

En el regreso, a la hora de comer un agujero en el estómago me mantiene alerta. Tengo fichados a tres entes. Hay días que le dan ganas a uno de pararles, preguntarles su nombre y comprobar si la película que me he montado sobre ellos es cierta. Siempre surgen en el mismo sitio de la calle y en el mismo orden.

La más interesante es una chiquina de alrededor de quince años. A priori tiene pinta de inadaptada social. Es bajita, alrededor de metro y medio pelado, pelo castaño en media melena, cara muy de niña con gafas de pasta transparente. Es delgadita y como muy poca cosa, se esconde delante de una gran mochila oscura. Estoy convencido de que dentro de unos años será bastante mona, pero si alguien se lo dice ahora, seguro que no se lo cree.

Jamás la he visto con nadie a lo largo de varios puntos del recorrido, pero eso sí, mira al frente. Siempre al frente. Dudo si me ha llegado a ver alguna vez. Me despierta mucha ternura, pero procuro pasar a su lado sin hacer ruido. Debajo de sus ojos triste aparece un mundo de mala leche a punto de estallar.

Al rato suelen aparecer dos guajes de unos diecisiete años. Nunca se hablan. Viste de forma parecida, pero su distinto grado de alopecia me dice que no son familia, tampoco se parecen mucho. Cuando aparecen la calle de pronto parece la salida de un McDonalds en Milwaukee: gordos, altos, blancuzcos y rubios. Dan ganas de pararlos para ahorrarles años de ambigüedad sexual. La verdad es que dan ganas de darles una colleja bien fuerte.

Habitualmente me cruzo también con un par de banqueros, mi antiguo peluquero, con el que me saludo con frío afecto y un par de universitarias japonesas de intercambio que visten con una estravangancia conmovedora. Son casi de la familia, sobre todo la muchachita.

Comments:
Ostras! A mí ime pasa lo mismo. vivo a 10 mnutos del curro y al final te los conoces a todos. Y te dan ganas de saludar, porque claro, nos vemos cada día! Hayb un chico clavadito a mi segundo ex, pero 15 centímetros más bajo, y una chica con cara de depresiva que nunca sonrie.
Ultimamente me encuentro con un abuelo muy cariñoso que lleva a rastras a su nieto al colegio. Se parecen mucho, pero el niño tiene un cierto retraso mental. Ayer me los volví a encontrar: el niño tenía un ataque de furia y se dedicó a tirarle del pelo, arrancarle las gafas y a gritar como un descosido en plena calle. Y el abuelo aguantaba el tipo como podía, el pobre...
 
Seguramente esa chica piensa que nadie le hará caso nunca. Y que es invisible. Y que si alguien la ve será para pensar que es feíta. Cosas de la vida.
 
Uff, qué ganas de invitarla a tomar un café y sacarla de su edad... Yo fuí una adolescente horrible (hay gente que parece que no se acuerda de quién fue y cómo se sintió, pero yo me acuerdo perfectamente), así que empatizo mucho con los que tienen pinta de llevarlo mal. Admiro a la hija de Jota, que lo lleva de putísima madre (aunque también ha tenido sus momentos de sentirse feíta...)

Y he oído hablar de la extravagancia de las japonesas... creo que me encantaría comprar ropa allí.
 
Veo mucha empatía por la muchacha, pero creo que es mejor dejarla que se pegue todas las tortas necesarias para salir de su estado.De acuerdo que se pasa mal a veces, pero otras es tan divertido...
 
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